Mateo 15:30-38 narra un nuevo milagro: Y se le acercó mucha gente
que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos
enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que
la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos
sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios
de Israel. Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de
la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué
comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el
camino. Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros
tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?
Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos
pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. Y
tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus
discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se
saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas
llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las
mujeres y los niños.
La gente tenía tanta hambre de Dios que acampaba alrededor de Jesús
para escucharle. Búscalo con ese mismo deseo que incluso te haga olvidar
que debes comer. Nota que en el milagro anterior recogieron doce
cestas con lo que sobró y en este milagro fueron siete. Donde hay fe no
hay métodos, fórmulas ni matemáticas humanas que funcionen. Una vez
alimentó a cinco mil con cinco panes y la siguiente vez, alimentó a
siete mil solamente con cuatro. De nuevo descubrimos que Dios obra
milagros con lo que tienes, sea mucho o poco, lo importante es que no
digas “no tengo” porque debes estar convencido que todo lo tienes y todo
lo puedes en Cristo que te fortalece. Nunca veas lo que no tienes,
preséntale lo que tengas porque el Señor lo usará para hacer milagros
en tu vida. Lo mismo sucedió con el profeta que le preguntó a la viuda
“¿qué tienes?”. Los milagros ocurren cuando vemos lo que tenemos y
dejamos de quejarnos por lo que no tenemos. Una queja nunca ha
producido bendición de Dios.
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